Forma parte ya del lenguaje cotidiano denominar Zona Cero a aquel espacio (físico o no) que ha sido objeto de un acontecimiento de tal magnitud que, automáticamente, pone el contador a cero en la historia particular de ese sitio (físico o no): primero para que no se olvide y, segundo, para que todo pueda ser reformulado desde ese nuevo punto de partida. El momento actual de crisis generalizada puede convertirse (si no lo ha sido ya) en la Zona Cero para la arquitectura en nuestro país: un espacio de tiempo, concreto, a partir del cual nos veremos obligados a buscar nuevos caminos. / Forms part of everyday language to call Zero Zone to that space (physical or not) that has undergone an event of such magnitude that automatically sets the counter to zero in the particular history of that site (physical or not): first so that is not forgotten and, second, so that everything can be reformulated from this new starting point. The present time of general crisis can become (if it has not already been) at Zero Zone for Architecture in our country: a space of time, concrete, from which we will be forced to seek new ways.

15/10/12

LA ATLÁNTIDA DE HORMIGÓN / REYNER BANHAM

















Comentaba, en la entrada correspondiente al Brutalismo, que el profesor Banham nos tenía mal acostumbrados a mirar la arquitectura a través de sus ojos de ingeniero. Además de esto, el viejo profesor nos contaba los hechos más significativos de las etapas heroicas del Movimiento Moderno (también las posteriores) como si de una novela se tratara; nos introducía en la complejidad de teorías y movimientos del mejor modo que se puede hacer: explicándolo de manera sencilla; camino, éste, que no está al alcance de cualquier crítico o escribidor de la arquitectura.
  

W. Gropius (1883-1969)
Le Corbusier (1887-1965)
La Atlántida de Hormigón, además de ser un tratado sobre “arqueología” industrial americana es, en si mismo, una novela: tiene trama, nudo y desenlace. En un momento de su vida, el profesor hippy indaga sobre la enorme influencia que determinadas imágenes han tenido tanto en el periodo fundacional de la arquitectura moderna como en las etapas posteriores: las enigmáticas instantáneas de distintas instalaciones industriales americanas de principio de siglo, las fábricas y los silos de grano. Para este estudio, y dado que los  grandes padres de la arquitectura moderna ya habían desaparecido ‑Banham inicia el estudio en 1975- y que sus colaboradores más inmediatos tampoco ofrecían pistas claras, decide ir al encuentro de lo que aquellas viejas imágenes mostraban. Por la cabeza del profesor revoloteaban las preguntas sobre ¿qué eran exactamente aquellos colosos que fascinaron por igual a Gropius, Le Corbusier, Mendelsohn y Bruno Taut? ¿Por qué habían tenido tanta influencia unas simples fotografías mil veces reproducidas?

Bocetos de silos, Erich Mendelsohn, 1914 

Silos en Vers une architecture











Erich Mendelsohn (1887-1953)
Previamente, Banham nos introduce en la trama con una breve historia. Nos cuenta la fascinación que, allá por 1911, producen en Walter Gropius las fotografías que -nadie sabe cómo- caen en sus manos sobre distintas instalaciones industriales americanas construidas en la primera década del siglo XX. Tal es el impacto de lo visto en el maestro alemán que, en 1913, las publica y comenta en una separata del Jahrbuch des Deutschen Werkbunden. Lo que esas ilustraciones transmiten alcanza tal influencia que, años después, en 1919, el maestro suizo Le Corbusier solicita de Gropius las ilustraciones para publicarlas en un número de la revista de L´Esprit Nouveau. Por último, y lo que supone su definitiva consolidación como representaciones icónicas del Movimiento Moderno, aparecen ampliamente reproducidas ‑incluso manipuladas- en Vers une Architecture en 1923. Ninguno de los dos grandes maestros conocía, de primera mano, esta instalaciones ya que el primer viaje de Gropius a América no se producirá hasta después de su abandono de la Bauhaus en 1928 y tras su breve estancia en Inglaterra; por su parte, Le Corbusier no visitará el nuevo continente hasta 1935. Tan sólo otro de los grandes maestros de la etapa heroica, Erich Mendelsohn, toma apuntes y fotos de los colosos americanos del estado de Buffalo en su viaje a Norteamérica realizado en 1924.

Larkin, bloque R/S/T, Buffalo, 1911
Banham se propone, como el mismo indica al principio del libro, demostrar la relación causal, cultural y consciente entre las obras maestras del Movimiento Moderno y las estructuras utilitarias de un cierto periodo y de un cierto tipo de la industria norteamericana (sic). Para ello visita, estudia y documenta lo más relevante de aquello que queda en pie de estas instalaciones. Fruto de estos años investigación nace la Atlántida de Hormigón que el profesor desgrana en tres capítulos monumentales. En el primero, La fábrica diáfana, analiza la tipología más característica del universo industrial americano, nacido, como el silo de granos de la pura necesidad, aquello que se denomina FUNCIÓN PURA; unas piezas arquitectónicas que responden a una determinada demanda, en esta caso la de ofrecer un espacio construido que optimice los procesos de fabricación, almacenamiento y distribución de productos industriales. Banham nos sumerge en el mundo de los pioneros americanos de las instalaciones industriales, del acero y los primeros pasos del hormigón, como Ernest L. Ransome y Albert Kahn.

Silos de la fábrica Kellog
El segundo capítulo se centra en los colosos que asombraron a los arquitectos europeos del primer cuarto del siglo XX: El elevador de grano. Como en el caso anterior, Banham, visita las instalaciones portuarias, y también las de almacenamiento de la América profunda, para mostrarnos el funcionamiento y evolución tipológica de estos gigantes. Desde los elevadores de grano de los muelles -las “torres marinas”- hasta los grandes depósitos del medio oeste, el historiador nos relata cómo el hormigón (al igual que sucedió en las fábricas) va ganando, paso a paso, terreno a otros materiales y nos muestra, con nostalgia, qué quedó de algunos de los colosos reproducidos cincuenta años antes.

Factoría Fiat, Giacomo Matté-Truco, 1926 
Por último, y como desenlace, en el capítulo que cierra el libro: Movimiento moderno y americanismo, Banham desgrana la influencia, y relación, que el modo de hacer americano ha tenido con la vieja Europa. El profesor insiste en la imagen que desde el viejo continente se tenía de los ingenieros americanos que hicieron posible semejantes maravillas. Aparece de nuevo la idea, tantas veces repetida, del ingeniero/constructor como “el buen salvaje” a quienes Le Corbusier califica como “sanos y viriles, activos y útiles, equilibrados y felices con su trabajo”. Banham completa el capítulo con una reseña del movimiento moderno ruso, otro de los cultivadores de la pasión por el mecanicismo, de la mano de Moisei Ginzburg y termina con el sublime ejemplo autóctono de fábrica moderna como fue la factoría Fiat-Lingotto (completada en 1926) del también ingeniero italiano Giacomo Matté-Truco.


Fuentes:
+ La Atlántida de Hormigón, Ed. Nerea, 1989
   Primera edición en inglés del MIT, 1986